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domingo, 25 de septiembre de 2011

BATALLA DE TARQUI


 EJERCITO ECUATORIANO







Hazañas como de la Batalla de Tarqui del 27 de febrero de 1829, que cubrió de gloria a la Patria, motivaron a las autoridades, para declarar al 27 de febrero de cada año el DIA DEL EJERCITO ECUATORIANO, como símbolo de nuestra soberanía nacional. Al consagrar este día para rendir homenaje al Ejército Ecuatoriano, se ha meditado en la responsabilidad y filosofía del soldado ecuatoriano, quien ha sido en todos los tiempos de la historia un hombre arrojado, decidido, valeroso, inteligente, en las amenazas y usurpaciones, en las guerras y confrontaciones bélicas.




Ha prevalecido en su espíritu la defensa de la justicia, respeto al Ecuador, sostenimiento de los principios de la verdad e independencia, ha sido su pasión la defensa de la patria y sus sagrados derechos de acuerdo a la historia; ha participado con singular valor con el arma al brazo y la verdad en los labios, procurando alcanzar justicia, conquistar la verdad y los derechos, en el campo de batalla.

El Ejército Ecuatoriano es el depositario de la esperanza popular en ese ideal siempre presente, concreto y actuante, de la defensa nacional.

La integridad del país tiene su base en la vigilancia, en el estudio incesante, en la labor profesional y en su perfeccionamiento, en sus diversas y especializadas armas. Siempre ha existido en lo íntimo de la conciencia nacional el convencimiento de excelente vocación, de desprendimiento, disciplina y valor que constituyen los distintivos del Ejército Ecuatoriano.

No es un espejismo ni falsedad; su vida de rectitud, de sacrificio y fe en la patria, ha hecho del Ejército Ecuatoriano un sustento verdaderamente sólido para nuestra República. Cuando nacimos en la historia, tuvimos que hacernos dignos de nuestros padres y tuvimos que asegurar la defensa e intangibilidad de aquella herencia.

Siendo el Ejército Ecuatoriano, de base eminentemente popular, es justa la estimación que se tiene al soldado ecuatoriano, compatriota que expresa un sentir y convencimiento de raíz auténticamente ecuatoriana, como los nombres inmortales de los héroes que lucharon por el imperio del derecho, la justicia y respeto.

Se ama al país y se trabaja por su propiedad, pues allí esta con su aporte generoso el soldado ecuatoriano como parte de este pueblo.
La importancia del Ejército en torno al destino de la República es de imponderable valor, porque ejemplo nos dieron otros soldados como Bolívar, Sucre, Calderón, Alfaro, Vargas, Julio Andrade, Coral, Edmundo Chiriboga, Hugo Ortiz, Galo Molina, Minacho y muchos más. Los héroes de la Cordillera del Cóndor y del Alto Cenepa en 1995 fecundaron con su sangre la tierra sagrada del país.

A medida que pasa el tiempo y la vida se hace más conflictiva, más difícil abrumada de situaciones problemáticas, los ciudadanos todos, se sienten arraigados a su historia, a otros tiempos que fueron mejores.






Pues, aquí viene la ayuda del ciudadano uniformado, para colaborar en la solución de unos cuantos casos, de acuerdo a sus posibilidades que atañen a las diferentes especializaciones que poseen. Así, se ve con agrado desplegarse la atención médica, con Alas para la Salud, emprender en construcciones de caminos y carreteras, realizar la conscripción agraria, fomentar la agricultura y la producción agropecuaria; colaborar en el orden y paz de la República, contribuir a combatir la delincuencia, el hampa y el
abuso; en fin, estar presente en muchas actividades que sean de beneficio para los conciudadanos y el país.

Justo es, en este día 27 de febrero, expresar el saludo sincero y fervoroso, al soldado ecuatoriano honra y prez de la Patria, que con pundonor, profesionalismo y convicción ética, moral del cumplimiento de sus deberes, levanta airoso el tricolor nacional.








Ejercito mecuatoriano

El Ejército como cuerpo castrense profesional basa su accionar en la disciplina de sus miembros con el fin de cumplir a cabalidad sus funciones y misiones, disciplina que es el medio para asegurar el exacto cumplimiento de las órdenes de los mandos a todos los niveles, desde la Comandancia General hasta el de las pequeñas unidades.
Una de sus misiones es organizar y dirigir la defensa armada de la patria en caso de guerra y defender la integridad territorial y soberanía de la nación; pudiendo coadyuvar en caso de suma necesidad, según lo determine el Presidente de la República que es el Jefe Supremo del Ejército dentro de las responsabilidades que señala la ley en el mantenimiento de la paz y el orden público de la nación.
Este día se instituyó en recuerdo de la Batalla de Tarqui: acaecida el 27 de febrero de 1829.
Este hecho es recordado en Ecuador como la culminación de una guerra entre Perú y la Gran Colombia entre 1828 y 1829, cuando nuestro país conformaba parte de la mencionada confederación junto con Nueva Granada y

Rey de Los Andes, la ardua frente inclina, que pasa el vencedor”, cantó José Joaquín Olmedo al general Juan José Flores, vencedor en la batalla de Miñarica, que salvó la unidad nacional del Ecuador. Como ciudadano, Presidente de la República y máxima autoridad de la Fuerza Pública, quiero rendir mi homenaje a Las Fuerzas Armadas del Ecuador en este Día del Ejército Ecuatoriano y de conmemoración de los 173 años del triunfo de las tropas colombianas sobre el ejército peruano, en Tarqui, provincia del Azuay.
Evocaré brevemente el histórico triunfo de Tarqui.
Motivaré mi homenaje al Ejército y a las Fuerzas Armadas basándome en la propia Constitución de la República y en la contribución del soldado a la supervivencia de la Patria desde los lejanos días del 10 de Agosto de 1809 y del 9 de Octubre de 1820 hasta el día de hoy, en que una nueva circunstancia internacional impuesta por el destino histórico y geográfico impone sobre los hombros del militar ecuatoriano la pesada y grave tarea de vigilar la frontera norte y velar por la seguridad nacional.
Haré un llamamiento a todos los ecuatorianos, militares y civiles, para cerrar filas como un cuerpo sólido y firme a fin de superar la crisis, afrontar los retos de esta hora y prepararnos juntas a continuar en la tarea de hacer de nuestra patria una nación enteramente dedicada a mejorar la calidad de vida de todos los ecuatorianos y en especial de aquella mayoría que hoy vive en la pobreza, y la desesperanza.
Que la presencia eterna de Bolívar y de Sucre, de Flores y de Illingworth nos infunda coraje para no declinar en nuestra lucha por un Ecuador justo y grande.
Nuestra patria formó un solo Estado con Colombia y Venezuela desde mediados de 1822 hasta mediados de 1830. Nosotros éramos el Departamento del Sur. En 1828 y 1829 Perú hizo la guerra a la Gran Colombia e invadió los departamentos de Azuay y de Guayaquil. Según el historiador peruano Jorge Basadre, los antecedentes de la invasión fueron, la expulsión de las tropas colombianas del Perú tras la revolución de Lima en 1827; la invasión peruana a Bolivia gobernada por Sucre para eliminar de allí el influjo colombiano y la expulsión del agente diplomático designado por Bolívar.
Entre los motivos, uno principal fue la intención de los asesores y del propio mariscal José de La Mar, cuencano de nacimiento, primer presidente del Perú, de ocupar a Guayaquil, arrebatada según ellos por la influencia de Bolívar.
Ya en noviembre de 1828 dos buques de guerra peruanos avanzaron hasta Guayaquil y bombardearon con metralla las casas y calles de la ciudad. Guayaquil resistió y repelió la presencia de la escuadra peruana.
La Goleta “Guayaquileña” y La Corbeta “Pichincha” terminaron con el bloqueo del golfo de Guayaquil. Pero Colombia contaba con fuerzas insignificantes en Guayaquil. Una nueva acometida peruana obligó en enero de l829 al general Juan Illingworth, a firmar un convenio con los peruanos, que condicionaba la suerte de la ciudad a los resultados de la guerra terrestre.
Guayaquil fue ocupada por los peruanos el uno de febrero de 1829. Illingworth al mando de 800 hombres estableció el gobierno a su cargo en Durán. Desde el comienzo, el Departamento del Sur, aislado por mar y por tierra del cuerpo de Colombia como consecuencia de la acción de La Mar en el sur, de los barcos peruanos en el Pacífico, y de los rebeldes Obando y López en el Cauca que actuaban en traidora complicidad con La Mar, solo pudo contar con sus propias fuerzas y recursos.
El general Juan José Flores concentró tropas en la base de operaciones de Cuenca el 21 de enero de 1829. Él y el general O'Leary planearon atraer el Ejército peruano al Portete de Tarqui, como campo de batalla favorable. Mientras tanto el mariscal Antonio José de Sucre, había recibido en Quito órdenes del Libertador de ponerse al frente del Ejército como Jefe Superior del Sur y Director de la Guerra, quedando el general Flores como Comandante en Jefe. En Cuenca, Sucre lanzó una breve proclama: “Colombiarnos: una paz honrosa o una espléndida victoria son necesarias a la dignidad nacional y al reposo de los pueblos del Sur. La paz la hemos ofrecido al enemigo. La victoria está en vuestras lanzas y bayonetas”.
Sucre previó que el Ejército peruano proseguiría su avance por el Valle de Yunguilla, por lo que ordenó al general Flores un ataque sobre Saraguro a fin de sorprender a las tropas peruanas de retaguardia. La operación fue encomendada por Flores al general Luis Urdaneta. Los soldados peruanos abandonaron abastecimientos, armas, municiones, caballos y dejaron sesenta prisioneros. La Mar escapó también con sus hombres, pero las fuerzas colombianas no pudieron perseguirlos en regla, por impedirlo la oscuridad de la noche.
Sucre retrocedió de Oña haste Nabón, se situó en Girón para evitar que el enemigo tomara contacto con sus fuerzas de  Guayaquil y con los rebeldes de Pasto. Se colocaba así cerca del campo de batalla elegido.
Según propia confesión, los peruanos invasores que libraron la batalla a más de 200 kilómetros al norte de la frontera con Macará, perdieron dos mil quinientos hombres entre muertos, heridos y prisioneros. Las pérdidas colombianas ascendieron a ciento cincuenta y cuatro muertos y doscientos seis heridos. Sucre invitó a su adversario a nuevas conversaciones. El mismo 27, Sucre emitió la orden de erigir en el campo de batalla una columna conmemorativa de cuatro caras, en las que se debía inscribir los nombres de las unidades del Ejército del Sur y de los soldados muertos en acción. En la cara que daba hacia el Sur, se debía colocar la siguiente inscripción: “El Ejército peruano de ocho mil soldados, que invadió la tierra de sus libertadores, fue vencido por cuatro mil bravos de Colombia, el 27 de febrero de 1829”.
Bolívar dirigió al general Flores una carta fechada en Cumbal el 12 de marzo: “Diez mil millones de gracias, mi querido Flores, por tan inmensos servicios a la Patria y a la gloria de Colombia”. A la batalla siguió el Convenio de Girón. Mientras Bolívar sometía a los rebeldes de Pasto, situó su cuartel general en Buijo para recuperar Guayaquil, que fue entregada a Bolívar el 21 de julio de 1829. Luego vino el Tratado de Guayaquil, un Tratado de Paz, el 22 de septiembre de 1829, que ratificó la voluntad de mantener la paz y acordó que los límites entre los dos Estados serían Los que habían tenido los virreinatos de Nueva Granada y del Perú antes de su independencia, con las variantes que se admitieran para conseguir que la línea divisoria fuera “lo más natural, exacta y capaz de evitar competencias”. Bolívar entró en Quito el 20 de octubre, nombró a Flores Prefecto General Superior de los departamentos del Ecuador, Guayaquil y Azuay. Flores conservó, además, el mando del Ejército del Sur y la jurisdicción militar sobre el departamento del Cauca.
Era necesario recordar estos hechos a fin de comprender la importancia del triunfo en Tarqui











Hazañas como de la Batalla de Tarqui del 27 de febrero de 1829, que cubrió de gloria a la Patria, motivaron a las autoridades, para declarar al 27 de febrero de cada año el DIA DEL EJERCITO ECUATORIANO, como símbolo de nuestra soberanía nacional. Al consagrar este día para rendir homenaje al Ejército Ecuatoriano, se ha meditado en la responsabilidad y filosofía del soldado ecuatoriano, quien ha sido en todos los tiempos de la historia un hombre arrojado, decidido, valeroso, inteligente, en las amenazas y usurpaciones, en las guerras y confrontaciones bélicas.




Ha prevalecido en su espíritu la defensa de la justicia, respeto al Ecuador, sostenimiento de los principios de la verdad e independencia, ha sido su pasión la defensa de la patria y sus sagrados derechos de acuerdo a la historia; ha participado con singular valor con el arma al brazo y la verdad en los labios, procurando alcanzar justicia, conquistar la verdad y los derechos, en el campo de batalla.

El Ejército Ecuatoriano es el depositario de la esperanza popular en ese ideal siempre presente, concreto y actuante, de la defensa nacional.

La integridad del país tiene su base en la vigilancia, en el estudio incesante, en la labor profesional y en su perfeccionamiento, en sus diversas y especializadas armas. Siempre ha existido en lo íntimo de la conciencia nacional el convencimiento de excelente vocación, de desprendimiento, disciplina y valor que constituyen los distintivos del Ejército Ecuatoriano.

No es un espejismo ni falsedad; su vida de rectitud, de sacrificio y fe en la patria, ha hecho del Ejército Ecuatoriano un sustento verdaderamente sólido para nuestra República. Cuando nacimos en la historia, tuvimos que hacernos dignos de nuestros padres y tuvimos que asegurar la defensa e intangibilidad de aquella herencia.

Siendo el Ejército Ecuatoriano, de base eminentemente popular, es justa la estimación que se tiene al soldado ecuatoriano, compatriota que expresa un sentir y convencimiento de raíz auténticamente ecuatoriana, como los nombres inmortales de los héroes que lucharon por el imperio del derecho, la justicia y respeto.

Se ama al país y se trabaja por su propiedad, pues allí esta con su aporte generoso el soldado ecuatoriano como parte de este pueblo.
La importancia del Ejército en torno al destino de la República es de imponderable valor, porque ejemplo nos dieron otros soldados como Bolívar, Sucre, Calderón, Alfaro, Vargas, Julio Andrade, Coral, Edmundo Chiriboga, Hugo Ortiz, Galo Molina, Minacho y muchos más. Los héroes de la Cordillera del Cóndor y del Alto Cenepa en 1995 fecundaron con su sangre la tierra sagrada del país.

A medida que pasa el tiempo y la vida se hace más conflictiva, más difícil abrumada de situaciones problemáticas, los ciudadanos todos, se sienten arraigados a su historia, a otros tiempos que fueron mejores.






Pues, aquí viene la ayuda del ciudadano uniformado, para colaborar en la solución de unos cuantos casos, de acuerdo a sus posibilidades que atañen a las diferentes especializaciones que poseen. Así, se ve con agrado desplegarse la atención médica, con Alas para la Salud, emprender en construcciones de caminos y carreteras, realizar la conscripción agraria, fomentar la agricultura y la producción agropecuaria; colaborar en el orden y paz de la República, contribuir a combatir la delincuencia, el hampa y el
abuso; en fin, estar presente en muchas actividades que sean de beneficio para los conciudadanos y el país.

Justo es, en este día 27 de febrero, expresar el saludo sincero y fervoroso, al soldado ecuatoriano honra y prez de la Patria, que con pundonor, profesionalismo y convicción ética, moral del cumplimiento de sus deberes, levanta airoso el tricolor nacional.








Ejercito mecuatoriano

El Ejército como cuerpo castrense profesional basa su accionar en la disciplina de sus miembros con el fin de cumplir a cabalidad sus funciones y misiones, disciplina que es el medio para asegurar el exacto cumplimiento de las órdenes de los mandos a todos los niveles, desde la Comandancia General hasta el de las pequeñas unidades.
Una de sus misiones es organizar y dirigir la defensa armada de la patria en caso de guerra y defender la integridad territorial y soberanía de la nación; pudiendo coadyuvar en caso de suma necesidad, según lo determine el Presidente de la República que es el Jefe Supremo del Ejército dentro de las responsabilidades que señala la ley en el mantenimiento de la paz y el orden público de la nación.
Este día se instituyó en recuerdo de la Batalla de Tarqui: acaecida el 27 de febrero de 1829.
Este hecho es recordado en Ecuador como la culminación de una guerra entre Perú y la Gran Colombia entre 1828 y 1829, cuando nuestro país conformaba parte de la mencionada confederación junto con Nueva Granada y

Rey de Los Andes, la ardua frente inclina, que pasa el vencedor”, cantó José Joaquín Olmedo al general Juan José Flores, vencedor en la batalla de Miñarica, que salvó la unidad nacional del Ecuador. Como ciudadano, Presidente de la República y máxima autoridad de la Fuerza Pública, quiero rendir mi homenaje a Las Fuerzas Armadas del Ecuador en este Día del Ejército Ecuatoriano y de conmemoración de los 173 años del triunfo de las tropas colombianas sobre el ejército peruano, en Tarqui, provincia del Azuay.
Evocaré brevemente el histórico triunfo de Tarqui.
Motivaré mi homenaje al Ejército y a las Fuerzas Armadas basándome en la propia Constitución de la República y en la contribución del soldado a la supervivencia de la Patria desde los lejanos días del 10 de Agosto de 1809 y del 9 de Octubre de 1820 hasta el día de hoy, en que una nueva circunstancia internacional impuesta por el destino histórico y geográfico impone sobre los hombros del militar ecuatoriano la pesada y grave tarea de vigilar la frontera norte y velar por la seguridad nacional.
Haré un llamamiento a todos los ecuatorianos, militares y civiles, para cerrar filas como un cuerpo sólido y firme a fin de superar la crisis, afrontar los retos de esta hora y prepararnos juntas a continuar en la tarea de hacer de nuestra patria una nación enteramente dedicada a mejorar la calidad de vida de todos los ecuatorianos y en especial de aquella mayoría que hoy vive en la pobreza, y la desesperanza.
Que la presencia eterna de Bolívar y de Sucre, de Flores y de Illingworth nos infunda coraje para no declinar en nuestra lucha por un Ecuador justo y grande.
Nuestra patria formó un solo Estado con Colombia y Venezuela desde mediados de 1822 hasta mediados de 1830. Nosotros éramos el Departamento del Sur. En 1828 y 1829 Perú hizo la guerra a la Gran Colombia e invadió los departamentos de Azuay y de Guayaquil. Según el historiador peruano Jorge Basadre, los antecedentes de la invasión fueron, la expulsión de las tropas colombianas del Perú tras la revolución de Lima en 1827; la invasión peruana a Bolivia gobernada por Sucre para eliminar de allí el influjo colombiano y la expulsión del agente diplomático designado por Bolívar.
Entre los motivos, uno principal fue la intención de los asesores y del propio mariscal José de La Mar, cuencano de nacimiento, primer presidente del Perú, de ocupar a Guayaquil, arrebatada según ellos por la influencia de Bolívar.
Ya en noviembre de 1828 dos buques de guerra peruanos avanzaron hasta Guayaquil y bombardearon con metralla las casas y calles de la ciudad. Guayaquil resistió y repelió la presencia de la escuadra peruana.
La Goleta “Guayaquileña” y La Corbeta “Pichincha” terminaron con el bloqueo del golfo de Guayaquil. Pero Colombia contaba con fuerzas insignificantes en Guayaquil. Una nueva acometida peruana obligó en enero de l829 al general Juan Illingworth, a firmar un convenio con los peruanos, que condicionaba la suerte de la ciudad a los resultados de la guerra terrestre.
Guayaquil fue ocupada por los peruanos el uno de febrero de 1829. Illingworth al mando de 800 hombres estableció el gobierno a su cargo en Durán. Desde el comienzo, el Departamento del Sur, aislado por mar y por tierra del cuerpo de Colombia como consecuencia de la acción de La Mar en el sur, de los barcos peruanos en el Pacífico, y de los rebeldes Obando y López en el Cauca que actuaban en traidora complicidad con La Mar, solo pudo contar con sus propias fuerzas y recursos.
El general Juan José Flores concentró tropas en la base de operaciones de Cuenca el 21 de enero de 1829. Él y el general O'Leary planearon atraer el Ejército peruano al Portete de Tarqui, como campo de batalla favorable. Mientras tanto el mariscal Antonio José de Sucre, había recibido en Quito órdenes del Libertador de ponerse al frente del Ejército como Jefe Superior del Sur y Director de la Guerra, quedando el general Flores como Comandante en Jefe. En Cuenca, Sucre lanzó una breve proclama: “Colombiarnos: una paz honrosa o una espléndida victoria son necesarias a la dignidad nacional y al reposo de los pueblos del Sur. La paz la hemos ofrecido al enemigo. La victoria está en vuestras lanzas y bayonetas”.
Sucre previó que el Ejército peruano proseguiría su avance por el Valle de Yunguilla, por lo que ordenó al general Flores un ataque sobre Saraguro a fin de sorprender a las tropas peruanas de retaguardia. La operación fue encomendada por Flores al general Luis Urdaneta. Los soldados peruanos abandonaron abastecimientos, armas, municiones, caballos y dejaron sesenta prisioneros. La Mar escapó también con sus hombres, pero las fuerzas colombianas no pudieron perseguirlos en regla, por impedirlo la oscuridad de la noche.
Sucre retrocedió de Oña haste Nabón, se situó en Girón para evitar que el enemigo tomara contacto con sus fuerzas de  Guayaquil y con los rebeldes de Pasto. Se colocaba así cerca del campo de batalla elegido.
Según propia confesión, los peruanos invasores que libraron la batalla a más de 200 kilómetros al norte de la frontera con Macará, perdieron dos mil quinientos hombres entre muertos, heridos y prisioneros. Las pérdidas colombianas ascendieron a ciento cincuenta y cuatro muertos y doscientos seis heridos. Sucre invitó a su adversario a nuevas conversaciones. El mismo 27, Sucre emitió la orden de erigir en el campo de batalla una columna conmemorativa de cuatro caras, en las que se debía inscribir los nombres de las unidades del Ejército del Sur y de los soldados muertos en acción. En la cara que daba hacia el Sur, se debía colocar la siguiente inscripción: “El Ejército peruano de ocho mil soldados, que invadió la tierra de sus libertadores, fue vencido por cuatro mil bravos de Colombia, el 27 de febrero de 1829”.
Bolívar dirigió al general Flores una carta fechada en Cumbal el 12 de marzo: “Diez mil millones de gracias, mi querido Flores, por tan inmensos servicios a la Patria y a la gloria de Colombia”. A la batalla siguió el Convenio de Girón. Mientras Bolívar sometía a los rebeldes de Pasto, situó su cuartel general en Buijo para recuperar Guayaquil, que fue entregada a Bolívar el 21 de julio de 1829. Luego vino el Tratado de Guayaquil, un Tratado de Paz, el 22 de septiembre de 1829, que ratificó la voluntad de mantener la paz y acordó que los límites entre los dos Estados serían Los que habían tenido los virreinatos de Nueva Granada y del Perú antes de su independencia, con las variantes que se admitieran para conseguir que la línea divisoria fuera “lo más natural, exacta y capaz de evitar competencias”. Bolívar entró en Quito el 20 de octubre, nombró a Flores Prefecto General Superior de los departamentos del Ecuador, Guayaquil y Azuay. Flores conservó, además, el mando del Ejército del Sur y la jurisdicción militar sobre el departamento del Cauca.
Era necesario recordar estos hechos a fin de comprender la importancia del triunfo en Tarqui

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